"El reconocimiento de lo sagrado empieza, simplemente, cuando nos interesamos por cada detalle de nuestra vida."
Chogyam Trungpa

domingo, 9 de septiembre de 2012

Shiné, Calma Mental.





En el diagrama que representa el desarrollo del shi-né, hay un elefante que simboliza la mente del meditador. Una vez que el elefante es domado, nunca vuelve a desobedecer a su maestro volviéndose útil para desarrollar numerosos trabajos. 
Lo mismo se aplica a la mente. 

Más aún, un elefante salvaje y sin domar es peligroso causando a menudo una terrible destrucción. De la misma manera, una mente que no ha sido entrenada puede causar cualquiera de los sufrimientos de los seis reinos. 









En la base del diagrama, el desarrollo de la concentración del elefante es totalmente negro. Esto se debe a que en la etapa inicial de desarrollo del shi-né el letargo mental permea la mente. En frente al elefante hay un mono que representa la agitación mental. El mono no puede quedarse quieto ni siquiera un momento y siempre está charlando y con alguien, siendo atraído por cualquier cosa.

1) El mono conduce al elefante. En este estado de la práctica la agitación mental guía a la mente hacia todos lados. Detrás del elefante sigue el meditador, quien trata de obtener control de la mente. En una de sus manos sostiene un lazo simbolizando la atención y en la otra un garfio simbolizando el estado de alerta. En este estado el meditador no tiene control sobre su mente. El elefante sigue al mono sin prestar la más mínima atención al meditador.

2) En la segunda etapa el meditador ha casi alcanzado al elefante.

3) En la tercera etapa el meditador lanza el lazo sobre el cuello del elefante. El elefante mira hacia atrás, simbolizando que aquí la mente está un poco controlada por el poder de la atención.
En esta etapa un conejo aparece sobre el lomo del elefante. Este es el conejo del letargo mental sutil, el cual antes era muy sutil como para ser reconocido pero que ahora es obvio para el meditador.
En estas etapas tempranas tenemos que aplicar la fuerza de la atención más que la fuerza de la aplicación atenta puesto que la agitación tiene que ser eliminada, antes de poderse eliminar el letargo.

4) En la cuarta etapa el elefante está bastante más obediente. Muy raramente tiene que recibir el lazo de la atención.

5) En la quinta etapa el mono va detrás del elefante quien en forma sumisa sigue el lazo y el garfio del meditador. La agitación mental no perturbará más la mente en forma pesada.

6) En la sexta etapa, tanto el elefante como el mono siguen mansamente al meditador. Ahora el meditador no necesita ni siquiera voltearse para mirarles. El ya no tiene más que enfocar la atención para poder controlar la mente. El conejo ha desaparecido.

7) En la séptima etapa se deja que el elefante siga a su propia voluntad. El meditador ya no necesita darle ni el lazo de la atención ni el garfio de la aplicación atenta. El mono de la agitación ha desaparecido completamente de la escena. La agitación y el letargo nunca más se presentarán en forma burda e incluso, solo ocasionalmente, en forma sutil.

8) En la etapa octava el elefante se ha vuelto completamente blanco. El sigue detrás del hombre puesto que ahora la mente es completamente obediente. Sin embargo, un poco de energía es todavía requerida para poder mantener la concentración.

9) En la novena etapa el meditador se sienta en meditación y el elefante se duerme a sus pies. La mente ahora puede permanecer concentrada sin ningún esfuerzo por períodos largos de tiempo, incluso días, semanas o meses.

Estas son las nueve etapas del desarrollo de shiné.

10) La décima etapa es el logro del shi-né real representado por el meditador montando calmadamente sobre el lomo del elefante.

11) Más allá de ésta, hay una undécima etapa, en la cual el meditador es dibujado como montando sobre el elefante quien ahora camina en otra dirección. El meditador sostiene una espada flameante. Ha entrado ahora en un nuevo tipo de meditación denominada vipassana, o la más alta interiorización (en Tibetano: Lhag-mthong). Esta meditación se simboliza por la espada flameante, el afilado y penetrante implemento que corta hacia la realización de la vacuidad.

En varios sitios de este diagrama aparece un fuego. Este fuego representa el esfuerzo requerido para la práctica del shi-né. Cada vez que este fuego aparece es menor que el anterior y eventualmente desaparece. En cada etapa sucesiva de desarrollo menos energía se requiere para mantener la concentración y eventualmente no se necesita ningún esfuerzo. El fuego reaparece en la etapa undécima, cuando el meditador ha tomado la meditación en el vacío. 

También en el diagrama aparecen las imágenes de comida, vestido, instrumentos musicales, perfumes y un espejo. Ellos simbolizan las cinco fuentes de agitación mental como son los cinco objetos sensuales: aquellos del gusto, el tacto, el sonido, el olor y la vista respectivamente. 

Traducido por Gonsar Rinpoché. Traducido al castellano en Bogotá, en el Centro de Meditación Budista Yamantaka de la FPMT en Colombia.


martes, 4 de septiembre de 2012

El gran yogui Milarepa.



A través de lo que su propia vida nos demuestra, el gran yogui Milarepa significó un ejemplo de lo que es el perfecto bodhisatva, a la vez que constituye un modelo de la vida incorruptible de un genuino practicante. Al vivir sin pertenencias en los elevados baldíos del Himalaya dejó claro que la pobreza no es una forma de carencia, sino un modo necesario para emanciparse de la tiranía de las posesiones materiales. Nos mostró que la práctica tántrica no implica indulgencia ni negligencia. Al contrario, exige mucho esfuerzo, disciplina estricta y decidida perseverancia. Demostró que si no hay una renunciación resoluta y una disciplina inquebrantable todas las ideas sublimes y las deslumbrantes imágenes que exhiben el budismo mahayana y el tántrico no son más que maravillosas ilusiones. 

Juventud de Milarepa
Su biografía, junto con todas las canciones que contiene, se integró en el siglo XV y todavía hoy es una de las más grandes fuentes de inspiración en el budismo tibetano. 

Milarepa, cuyo nombre se puede traducir aproximadamente como “Milarepa, el que viste el manto de algodón de un asceta”, nació alrededor del año 1025, en el oeste del Tíbet, cerca de la frontera con Nepal. Su opulento padre murió cuando él tenía siete años y la prosperidad de su familia cayó en manos de unos tíos que, a pesar de haber hecho un juramento al padre fallecido, trataron a Milarepa, su madre y su hermana casi como a esclavos. Su madre le rogó que vengara esas injurias y Milarepa se acercó a la brujería, llegando a dominar las fuerzas destructivas de la naturaleza. Así, con una feroz tormenta, mató a muchas personas. 

Más adelante lo abrumó el remordimiento y supo que la única manera de expurgar su mal karma era alcanzar la iluminación en esa misma vida. Milarepa buscó al maestro Rongton, quien a su vez lo envió con Marpa, el famoso traductor que recién había vuelto de la India después de muchos años de estudiar allí. Marpa pudo ver que Milarepa era un discípulo de extraordinaria capacidad y enorme determinación. También observó que antes de que pudiera satisfacer ese potencial, Mila necesitaría deshacerse de su mal karma y optó por tratarlo como a un sirviente durante seis años, fingiendo ser un maestro hosco. Milarepa se vio sometido a un régimen severo que lo llevó al borde del suicidio. 

Una vez que Milarepa purificó su karma, Marpa lo preparó para que llevara la vida solitaria de un yogui. Le transmitió sus principales enseñanzas del mahamudra, la percepción sin esfuerzo de la vacuidad, así como los seis yogas de Naropa, con especial énfasis en la práctica de tumo, el “calor psíquico”, lo cual le permitió vivir sobre la nieve vistiendo tan sólo un delgado manto de algodón. 

Sin embargo, para esta época, Milarepa tenía ya muchos años de haberse separado de su familia y un día, mientras meditaba en su cueva, se quedó dormido y soñó que volvía a casa y veía los huesos de su madre sobre las ruinas de lo que había sido su hogar. Soñó que su hermana era una mendiga vagabunda y que su casa y sus campos estaban abandonados y cubiertos de hierbajos. Despertó llorando amargamente y fue tanta su congoja que dejó a Marpa y volvió a su pueblo, donde confirmó lo que le inquietó en sus sueños. Al ver que la dolorosa existencia humana se consumía sin esperanzas, vanamente en la impermanencia, surgió en su interior un angustioso deseo de renunciar al mundo. 

La iluminación de Milarepa 

Milarepa hizo el voto solemne de meditar sin interrupción en una montaña remota hasta alcanzar la completa iluminación. Así estuvo meditando durante doce años consecutivos, solo en una cueva, alimentándose nada más con ortigas, hasta que todo su cuerpo adquirió un tono verdoso. Gracias a ese esfuerzo constante logró su recompensa y alcanzó la completa iluminación. 

Milarepa, Gampopa y la tradición kagyu 
Después de esto, comenzó a aceptar discípulos y a enseñar por medio de sus famosas canciones. Tuvo muchos seguidores y benefactores. Entre éstos, el más famoso fue el médico Gampopa, quien fundó la tradición monástica de la escuela kagyu. 

Las enseñanzas de Milarepa
Milarepa enseñaba espontáneamente, de manera libre, respondiendo con canciones y versos a cualquiera que le solicitara una enseñanza. En una ocasión, cinco monjas jóvenes llegaron a visitarlo en lo alto de las montañas, en la Cueva del Tigre de Senge Tson. Ellas dijeron, “se supone que este lugar, lleno de terror, es un sitio ideal para mejorar la meditación. ¿Es posible que tal cosa sea verdad? ¿Así lo has observado?” Entonces, Milarepa cantó:
¡Obediencia a ti, mi maestro!
Te encuentro tras haber acumulado grandes méritos
y ahora permanezco en el sitio que tu profetizaste.

Es un lugar exquisito, con muchas colinas y bosques.
En las praderas montañosas crecen las flores.
¡En el bosque bailan y oscilan los árboles!
Para los monos, éste es un campo de juegos.
Las aves cantan bellas tonadas.
Las abejas vuelan y zumban
y desde el alba hasta el anochecer los arco iris vienen y van.
En el verano y el invierno cae la dulce lluvia,
la bruma y la neblina cubren todo en el otoño y la primavera.
En este lugar tan maravilloso, completamente solo,
yo, Milarepa, vivo muy feliz,
meditando en la Mente que ilumina la vacuidad.

¡Oh! ¡Qué felices son las miles de manifestaciones!
Mientras más altas y bajas suceden, mayor es mi alegría.
Feliz es el cuerpo que no padece del karma culposo.
¡Muy felices, en verdad, son las innumerables confusiones!
Mientras mayor es el temor, más grande es mi felicidad.
¡Oh! ¡Qué feliz es la muerte de las sensaciones y las pasiones!

¡A mayores angustias y pasiones
más dicha y alegría puede uno sentir!
¡Qué felicidad no sufrir dolores ni enfermedades!
¡Qué felicidad sentir que la alegría y el sufrimiento son una misma cosa!
¡Qué felicidad es jugar moviendo todo el cuerpo
con el poder que surge del yoga!
¡Saltar y correr, bailar y brincar, son aun más fabulosos!

¡Qué felicidad entonar el canto victorioso!
¡Qué felicidad tararear y canturrear!
¡Y qué mayor alegría que hablar y cantar en alta voz!
Feliz es la mente, poderosa y segura,
empapada por el reino de la Totalidad.

La felicidad más extrema
es la emancipación del poder propio.
Felices son las miles de formas, las miles de revelaciones.
Como regalo de bienvenida para mis fieles discípulos,
canto a la felicidad yóguica.