La vida de Amma se ha consagrado a acoger a los demás. Al aceptar a todos los seres humanos por medio de su abrazo físico, ella trasciende todas las religiones y divisiones políticas. La aceptación y el amor que genera su abrazo es el remedio curativo que todos necesitamos. Es la cura que nuestras madres nos dieron cuando éramos niños. Y esa cura es la que Amma está dando al mundo.
Dios perdona siempre, el Hombre a veces, la Naturaleza nunca.
Amma, decimos que Dios es la fuente de toda compasión. ¿Por qué, entonces, es la causa de enfermedades terribles y sufrimiento?
Dios no es la causa de ninguna enfermedad. Ni castiga a nadie. Las enfermedades tienen su origen en el egoísmo de la humanidad. Pensad en los innumerables errores cometidos por el egoísmo humano. El sufrimiento es la consecuencia de ese egoísmo.
La gente crea entornos artificiales para aumentar su comodidad. Se usan fertilizantes químicos para incrementar las cosechas y productos químicos para obtener un producto más grande y de crecimiento rápido. Las frutas carecen de su calidad natural cuando las cultivamos artificialmente. No podemos excluir a los animales de tal tratamiento. Las plantas y los animales tratados químicamente no son los únicos en sufrir los efectos nocivos. Los humanos que consumen alimentos contaminados también sufren.
Los intoxicantes también causan enfermedades. El alcohol y la ganja destruyen ciertos elementos del esperma masculino y lo debilitan. Muchos niños nacidos de ese semen padecen deformidades y salud precaria. La contaminación atmosférica también es causa de enfermedad. El aire y el agua están contaminados por gases tóxicos y materiales de desecho. Respiramos el aire contaminado, bebemos agua contaminada. Nada es puro hoy en día. Y todo esto es producto del egoísmo humano. No es Dios, sino las acciones erróneas de los hombres, producidas por el egoísmo y el comportamiento no natural, son la causa de tantas enfermedades. No tiene sentido culpar de esto a Dios.
La humanidad está cavando su propia tumba con su creciente egoísmo. Cavan bajo sus pies y caerán en el agujero. Pero no se dan cuenta de ello. Aquellos que codician el doble de todo, alimentos, riquezas, están robando sin duda lo que pertenece a otros. Debido a su codicia otros no tienen lo suficiente para cubrir sus necesidades. Los egoístas no experimentan ninguna paz durante sus vidas ni después de su muerte. Están en un infierno mientras viven y estarán en un infierno mayor después de morir.
La naturaleza ha perdido su ritmo y armonía pues es permeable al aliento del egoísmo humano que ha perdido su bondad amorosa verdadera. Hoy en día cuando llueve, solo hay lluvia; y cuando sale el sol, solo hay sol. La agricultura no funciona como debería.
La protección de la naturaleza es un deber humano. Pero ¿a quién le importa en estos tiempos? Nuestra felicidad actual es como escupir hacia el cielo tumbados de espaldas. Si seguimos olvidando nuestro dharma y dañando a la Madre Naturaleza las consecuencias nefastas se multiplicarán por diez. Pero, incluso entonces, los humanos culparán a Dios, en lugar de intentar ser mejores.
Hijos míos, el verdadero conocimiento consiste en conocer la mente y conocer el Ser. El verdadero conocimiento nos enseña cómo aplicar en nuestras vidas los principios divinos. Muy pocos intentan adquirir esa sabiduría hoy en día. Sin embargo, eso es lo que necesitamos aprender sobre todas las cosas.
Aprended a cazar antes de salir de caza y así no derrocharéis vuestras flechas; ni correréis el peligro de convertiros en presa de animales salvajes. Si podéis comprender cómo debemos vivir, vuestra vida tendrá sentido pleno.
Si conocéis la ruta antes de comenzar un viaje, no os perderéis. Si antes de construir una casa hacéis un diseño arquitectónico, la casa será construida correctamente. Del mismo modo, la paz penetra en las vidas de aquellos que han adquirido un conocimiento verdadero de la mente. Pero la gente egocéntrica no está interesada en esto. No se preocupa del bienestar del mundo. Todo lo que les importa es su propia felicidad, pero ni siquiera pueden sentir tal felicidad.
Hijos míos, amar verdaderamente a Dios es sentir compasión por el pobre y servirle. Todo el mundo se inclinará ante aquellos que viven generosamente, que entregan a Dios su egoísmo.
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