"El reconocimiento de lo sagrado empieza, simplemente, cuando nos interesamos por cada detalle de nuestra vida."
Chogyam Trungpa

martes, 26 de julio de 2011

El Agua, Fuente de Vida



No hay nada más flexible que el agua.
Pero para vencer lo duro y lo rígido nada la supera.
La rigidez conduce a la muerte.
La flexibilidad a la vida.
Lao –Tse






El agua representa el origen de vida.. Durante los nueve meses de gestación nos encontramos “nadando” en el líquido amniótico, en las aguas primordiales. Al final de este tiempo “se rompen las aguas”, nacemos del agua y aparecemos a la luz (dar a luz). Este es el mito del nacimiento de Afrodita o Venus surgiendo de las aguas o de Moisés, el salvado de las aguas.


El agua es uno de los 4 elementos de la Naturaleza y su energía es necesaria para la vida. La fuerza vital de la Naturaleza y del cuerpo humano depende de ella. Donde hay agua hay vida, cuando falta el agua aparece la muerte. Esto es tanto para los seres vivos que nos rodean como para nuestro propio organismo. La sequía o falta de lluvia ocasiona la destrucción de los vegetales y la falta de agua en nuestro organismo nos lleva a la muerte en unos días. Los procesos vitales van siempre unidos al elemento líquido de la Naturaleza.

El agua viva
Nuestro cuerpo está formado por un 60 o 70 % de agua viva que circula en forma de sangre, de linfa, jugos digestivos, líquido cefalorraquídeo (en el cerebro y médula espinal) líquido   extracelular (fuera de las células) o intracelular (en su interior), sudor y lágrimas (de risa y tristeza) etc. Esta corriente natural lleva las sustancias nutritivas a las células y recoge de ellas las sustancias tóxicas para eliminarlas al exterior. La orina es “agua” que elimina sustancias de desecho y tóxicas.

El agua viva, filtrada y llena de energía de los alimentos naturales: frutas y verduras, es la de mejor calidad. No hay agua embotellada que se le parezca. Cuando comemos mucha fruta y verdura aportamos mucha agua viva a nuestro cuerpo. Si comemos sanamente no necesitamos beber tanta agua. Los alimentos más sanos son, inevitablemente, los que contienen la misma proporción o más de agua que nuestro organismo. Las frutas y las verduras están compuestas en más del 80 o 90 % de agua. De la cantidad de agua que entra con los alimentos o cuando bebemos líquidos el cuerpo renueva de un 20 a un 30% eliminándola por la orina, aliento, heces, transpiración, sudor; el resto sirve para regenerar el líquido vital de nuestras células.

Si por el contrario no comemos ni fruta ni verdura ingerimos menos agua que la que verdaderamente necesita el cuerpo y las células. Las células sentirán la falta de líquido, informarán al cuerpo y al centro de la sed en el cerebro y aparece la sensación de sed. De esta manera, si bebemos agua o zumos, como lluvia fértil llenará el cuerpo y evitará la sequía. Imaginemos que comemos alimentos que contienen sólo un 30% de agua. Como
dicha cantidad se encuentra muy por debajo de los dos tercios de líquidos que forman nuestro organismo vivo, aparecerá la sed para cubrir la falta de agua.

El agua de los alimentos o de las bebidas entra en forma de oleada al interior del organismo acuoso o líquido de nuestro cuerpo, de ahí una pequeña parte del agua anteriormente acumulada se eliminará en parte por la piel (transpiración y sudor), por el aliento (en invierno el vapor de agua se condensa con el frío al espirar) y por la orina (para eliminar las sustancias de deshecho y tóxicas al exterior). Cierta cantidad de líquido de los alimentos se pierde por las heces antes de ser absorbida. No cometamos el error de pensar que el agua recien ingerida es la que se elimina, el cuerpo no puede permitir perder el agua pura y fresca  que le llega. El agua eliminada por los órganos de eliminación es el agua que permanecía en el cuerpo.
Agua estancada, agua muerta

Cuando llevamos una alimentación no adecuada nuestro cuerpo acumula muchas sustancias tóxicas, incluida la sal de cocina. Por su propio instinto de vida, ante dicho cúmulo tóxico, el  organismo retiene agua en el intento de diluir dichas sustancias nocivas. Cuanto más se diluyen las sustancias tóxicas almacenadas en nuestros órganos menos dañarán a las células. Es este un mecanismo de autorregulación, pero tiene lugar una retención de líquidos.

El agua nos ayuda a limpiar el cuerpo, pero el exceso de agua “inunda” nuestro organismo. Hay ciertas personas, con más frecuencia mujeres, que tienen retención de agua en su  cuerpo y que además, en contra de su propio instinto, beben mucha agua siguiendo la recomendación del médico o por los comentarios de alguna amiga. Cuanta más agua beben más retención sufren, y la retención de líquidos es una de las causas importantes de obesidad y origen de otras enfermedades.

El agua limpia por dentro
El agua no sólo nos limpia por fuera para mantener la higiene corporal externa, cuando nos duchamos o bañamos también nos “limpia” por dentro. Quizás el ritual del bautismo, que antiguamente se llevaba a cabo sumergiendo totalmente a la persona en el río o el lavado ritual de los pies, sean un recuerdo de la capacidad de limpiar internamente del líquido elemento. Cuando nos encontramos física o psicológicamente agotados, una ducha o un baño en el agua nos ayuda a “descargar” el cuerpo y la mente. Muchas veces nos hemos sentido más ligeros y con más vitalidad después de mantener contacto con el agua.

El agua también nos descarga la electricidad estática que acumulamos en nuestro cuerpo debido a que llevamos ropa de fibra sintética o mantenemos contacto con el aire acondicionado, las moquetas de fibra, los electrodomésticos, el ordenador, el coche...Tras varias horas de trabajo con el ordenador podemos dejar las manos bajo el grifo abierto para “descargarlas” y refrescarnos la cara, la nuca...

El hecho de beber un poco de agua, un zumo de frutas o verduras, nos recarga igualmente de energía cuando nos sentimos corporal o psicológicamente cansados. Si estamos emocionalmente afectados o “descargados”, energéticamente hablando, un trago de agua o zumo nos ayuda a recobrar la vitalidad perdida. Para quitar un “mal trago” un buen trago de agua o zumo.

El agua, aparte de ser H2O, es uno de los elementos vitales que la naturaleza pone en nuestras manos para mantener la vida y la salud.

¡A tu salud!, con agua, el elemento líquido que a todo se adapta y que todos los obstáculos
vence. ¡Aguaaaa....!

Oscuro para que todos atiendan.
Claro como el agua,
claro, para que nadie comprenda.
Antonio Machado

Caminos de agua
Dentro de nuestro cuerpo existe el organismo acuoso, los intercambios del cuerpo se llevan a cabo en el medio líquido donde las diversas sustancias recorren sus diferentes caminos. El agua mantiene al cuerpo en un equilibrio dinámico, conectando los diferentes órganos y favoreciendo la circulación de la energía. La sangre, el líquido extracelular (fuera de las células), el intracelular (dentro), la linfa, los jugos digestivos, el líquido
cefalorraquídeo (que circula por el interior del cerebro y la médula nerviosa), son los diferentes ríos, fuentes, riachuelos que recorren nuestro cuerpo.

De la misma manera que los ríos y los mares han sido lugares de circulación y comunicación, antes incluso que los caminos terrestres, en nuestro cuerpo las diferentes corrientes de agua recorren y hacen confluir todos sus rincones. El oído interno (el laberinto y los canales semicirculares del que depende gran parte de la sensación del equilibrio) y el ojo (humor acuoso y vítreo) están llenos de líquido que transmite las sensaciones percibidas, comunicando el exterior del cuerpo con el interior. La audición, el equilibrio y la vista se alteran cuando se altera el líquido acuoso del que dependen: la sordera de origen interno, el síndrome de Ménière (vértigos, sordera y zumbidos de oídos), el glaucoma (aumento de la presión del ojo) y las cataratas tienen que ver con trastornos del intercambio acuoso en el organismo.

El agua disuelve cualquier forma fija para volverla a la vida y la pone de nuevo en circulación. Ningún proceso del metabolismo del cuerpo (anabolismo o catabolismo, formación o destrucción, sería pensable a falta de agua. Los alimentos se hacen líquidos antes de ser absorbidos y las sustancias tóxicas se eliminan a través del agua (orina, sudor, diarrea, vómitos, flemas, mocos, pus).

Agua, ni mucha ni poca.
El cuerpo del niño pequeño tiene, en proporción, más cantidad de agua que el del adulto. A medida que van pasando los años su cuerpo “pierde agua” o mejor dicho, pierde la capacidad de mantener en movimiento y “limpia” el agua. La piel arrugada, además de indicar alteraciones de las células de la piel, manifiesta la menor cantidad de agua del adulto o del viejo. Esta disminución del agua va en relación con la disminución de su energía vital.

Los niños pequeños son especialmente sensibles a la falta de agua, la deshidratación es una causa importante de enfermedad e incluso de muerte en sus grados más avanzados. Si al niño le falta agua, le falta vida. La viva atracción que siente todo niño pequeño por el agua puede ser una manifestación más de los lazos íntimos que mantiene todo lo verdaderamente vivo con el agua.

Cuando los niños pequeños enfermos beben poco agua, especialmente cuando pierden mucho del líquido corporal mediante vómitos, diarrea, fiebre, llegan a sufrir una deshidratación que puede llegar a ser peligrosa. Los zumos de frutas (naranja, manzana, uva...) o de verduras (uno muy rico es el de zanahoria, sólo o con manzana) y los caldos de verduras o infusiones suaves (manzanilla, menta poleo, melisa...) ayudan a mantener el “caudal” de agua en equilibrio dentro de nuestro organismo. En las crisis agudas los niños no
necesitan comer ya que con frecuencia vuelven a echar lo que comen mediante vómitos o diarrea (por arriba o por abajo). Lo que verdaderamente necesitan es beber, pero no “cacacola” sino líquidos vivos de las frutas y verduras o agua de manantial.

Y como bien decían los latinos “in medio virtus” (en medio la virtud), ni mucho ni poco. Cuando no hay agua hay “sequía”, y su exceso provoca una “inundación”. El exceso de agua tampoco es bueno, porque más de uno se “ahoga” internamente con el agua estancada acumulada en su organismo. El agua viva está en continuo movimiento, si se estanca, si se retiene, se corrompe. Muchos problemas físicos o enfermedades dan lugar a un estancamiento –edema o hinchazón por cúmulo de líquido- en alguna zona del cuerpo o en todo en general.

Al pan, pan y al agua, agua
El organismo acuoso se renueva con el agua que ingerimos con los alimentos y la bebida. El agua más recomendable para beber es la más pura, es decir la que contiene menos minerales. Las aguas con muchos minerales o aguas “duras” son igualmente duras para nuestro organismo. Los minerales del agua de bebida son minerales que no han sido vitalizados por una planta y por ello no son muy utilizables por las células humanas. El ser humano no puede alimentarse directamente de la tierra, la tierra alimenta a la planta, y la planta aporta los nutrientes necesarios a nuestro cuerpo. No conozco a ningún ser humano que pueda digerir un trozo de tierra o piedra por muchos minerales que las acompañen. Los minerales necesarios para el organismo se encuentran en las frutas, verduras, frutos secos, cereales integrales...ya que dichos minerales no se encuentran solos sino en compañía y en equilibrio con las propias estructuras vitales de la planta.

El agua, al caer del cielo y filtrarse en la tierra va arrastrando a su paso los minerales que componen el terreno. Cuando mayor sea el recorrido del agua subterránea y mayor la solubilidad de la tierra que recorre mayor será su concentración en minerales. Estos minerales son parte de la tierra y necesitan ser vitalizados y unidos a elementos orgánicos de los vegetales para que puedan ser asimilados por nuestro cuerpo.

¿Y cuanto hay que beber? Tanto como nos pida la sed. Cuando “bebemos” el agua vital recogida durante el proceso de maduración en las frutas y en las verduras no necesitamos añadir mucha cantidad de agua, solamente cuando tenemos una pérdida extra: por el ejercicio, el calor, la fiebre, los vómitos o la diarrea.

El exceso de agua ingerida es también perjudicial para una de las enfermedades más frecuentes de esta civilización: la hipertensión o tensión alta de la sangre. La tensión sanguínea mide la presión a la que se encuentra la sangre dentro de las “tuberías” especiales que llevan la sangre y que llamamos arterias. Si las arterias llevan mucha más cantidad de agua que la que es normal la sangre circulará a una mayor presión.

Como parte de la capacidad del elemento que fluye el agua hace fluir y confluir las cosas y también las personas. Los baños, las termas, fueron siempre lugares de encuentro, de compartir, de relajarse y abandonarse al ritmo interno de nuestro cuerpo, dejando de lado el ajetreo externo de la vida.

Cuando contemplamos una fuente, un río, el mar, una caída de agua, nos despierta en lo más íntimo de nuestro ser sensaciones de vitalidad acompañadas de calma y quietud. El sonido del agua saltando y jugando es uno de los más relajantes de la naturaleza. Quizás al contemplar el líquido elemento nos surja de una fuente interna la sensación que en nuestra mayor parte somos agua, no polvo.

Dr. Karmelo Bizkarra
http://www.zuhaizpe.com/index.html

viernes, 22 de julio de 2011

Conciencia Pránica




Conciencia pránica es un documento que une ciencia y conciencia, acercándonos al punto donde todo es unidad, armonía y perfección.
Mas allá de cualquier
moda, la física universal de Nassim Haramein y la transparencia de Víctor Truviano, el joven prá
nico que un día dejó de necesitar comer y beber, nos reencuentran con el verdadero sentido del conocimiento:
La felicidad y el amor.

miércoles, 6 de julio de 2011

Bab Aziz: El príncipe que contemplaba su alma

Dice un viejo cuento sufí que cuando un niño está en el seno de su madre tiene todo el conocimiento del mundo. Sabe cuántas estrellas hay en el firmamento, cuántas gotas hay en el mar y cuántos granos de arena en el desierto. Conoce los misterios del cielo y las estrellas, y conoce hasta la última letra de la Torah. No hay misterio sobre la faz de la tierra que desconozca, ni misterio en el cielo o en el mar que no pueda resolver.

Pero cuando está a punto de nacer, su ángel de la guarda baja del cielo y colocando un dedo sobre sus labios sella todo su conocimiento dentro de él, y le susurra una sola palabra: Aprende.




Dos siluetas perdidas en un océano de arena: una encantadora niña llamada Ishtar y su abuelo Bab´Aziz, un sufí ciego. Su destino es la gran reunión de derviches que tiene lugar una vez cada treinta años. Pero para encontrar el lugar en el que se celebrará esta reunión hay que tener fe y saber escuchar con el corazón el infinito silencio del desierto. En su viaje a través de la cegadora extensión de arena, se cruzan con Osman, que sufre por volver a ver a la bella joven que un día encontró en el fondo de un pozo; con Zaid, cuyo canto hizo que recuperara la belleza que había perdido y con un Príncipe que abandona su reino por convertirse en derviche. Mientras cruzan el desierto Bab´Aziz va contando a su nieta Ishtar una antigua historia. El desierto es amigo de los derviches por tanto revelará a Bab´Aziz el secreto que van buscando: el lugar de la gran reunión.